Somos libres y esa capacidad de elegir te
hace responsable. Somos, pues, responsables de nuestras decisiones y eso
determinará nuestra absolución o culpabilidad. La cuestión es, ¿cuándo?,
¿dónde? Por sentido común todos pensamos y deducimos que eso sucederá al final
de nuestra vida en este mundo.
Jesús nos habla en el Evangelio de hoy de
este juicio y nos deja claro, a través de ese hombre rico y Lázaro lo que
sucederá al final de nuestra vida. El problema vuelve a ser el mismo, creer o
no creer. Tomárselo a cuento o risa o hacerlo centro de tu vida. La cuestión
está en la capacidad de amor que gastes y des a los demás.
La parábola, también llamada, del rico
epulón nos cuestiona nuestra indiferencia hacia los demás, sobre todo, los
pobres, los excluidos y necesitados. Es decir, los que sufren y necesitan de
los que vivimos en la abundancia o tenemos para compartir con los que no
tienen. Es posible que no lo merezcan, pero, ¿lo merecemos nosotros con
respecto a Dios?
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