Se supone que los apóstoles están desconcertados. La
subida a Jerusalén se hace pesada y el corazón se te llena de dudas, de
cansancio y de tristeza. No se puede entender que el Maestro tenga que morir y,
a pesar de advertírselos los apóstoles no lo entienden.
Se necesita una nueva forma de presentarle lo que va a
ocurrir al final. Porque, el final es lo que realmente interesa. Cuando tú
sabes que al final el triunfo vendrá te será más llevadero el camino a pesar
del sufrimiento. Y ese final nunca se puede perder de vista.
Esa es la razón de que Jesús se lleva a los más
destacados o a los que Él elige para animarlos y que fortalezcan a los demás. Y
les ofrece la visión del Tabor. Esa visión en la que contemplan la Gloria del
Señor Resucitado junto a Moisés y Elías. Un adelanto de la victoria final, la
Resurrección.
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