Jesús prepara a sus
apóstoles para esa misión. Id al mundo entero y proclamar la Buena Noticia, que
no es otra que la del amor. Amar tal y como el Padre nos ama y el mundo será un
verdadero paraíso. Pero, podemos preguntarnos, ¿por qué no es así? Y la
respuesta la encontramos en la actitud y actuación de los hombres.
Los hombres que siguen
pensando que sus proyectos y planes son los mejores y los que le van a dar esa
felicidad y eternidad que buscan. Apoyan sus esperanzas y felicidad en el
dinero y el poder, y a pesar de la experiencia que han acumulados a lo largo de
los años, siguen con los ojos vendados y sin enterarse de nada.
Jesús, que sabe la
debilidad del hombre ante las tentaciones, no nos ha abandonado, sino que se ha
quedado entre nosotros en la Eucaristía para dársenos en alimento y fortaleza
espiritual y, de esta manera, vencer las tentaciones que se nos presentan en
nuestro camino que pretenden alejarnos.
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