La Cruz glorifica a
Dios y a Jesús. La muerte del Hijo por verdadero Amor glorifica el Amor del
Padre, que ha enviado a su Hijo al mundo por Amor. Y el Amor de Dios se
manifiesta y, por tanto, le glorifica en la entrega voluntaria de Jesús, su
Hijo, en la Cruz.
Y a todos los que
creen en Él les alcanza también la gloria de Dios por los méritos de su Hijo al
entregar su Vida en la Cruz. Por eso, la Cruz es el máximo signo de salvación
porque, por ella, alcanzamos la Misericordia de Dios y la plenitud de Vida
Eterna.
El pecado no tiene la
última palabra, ni la cruz que cada uno tendrá que compartir en el Señor, es el
final, sino todo lo contrario. Es el signo del triunfo y de la Gloria de Dios.
Es el triunfo del Amor y, por tanto, la plenitud eterna. Una eternidad que nos
exigirá levantarnos cada día a pesar de nuestras repetidas caídas.
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