La experiencia nos dice
que aquellos que se consideran humildes son los que consideran que pueden aprender de todos, incluso de los
que, aparentemente, pueden saber menos que ellos. Por lo tanto, tienen su
corazón abierto a toda enseñanza y, por supuesto, a la de Jesús.
Es de suponer que serán
estas personas las que están en disposición de recibir la Buena Noticia del
Evangelio que se concreta en que Jesús, el Mesías y enviado del Padre, ha
Resucitado y nos ha dejado su Cuerpo y su Sangre como alimento espiritual en la
Eucaristía.
Ese es el Pan de Vida
Eterna que Jesús nos ofrece hoy en el Evangelio. Un Pan que nos devuelve la
vida que, irremediablemente, tiene que terminar el recorrido de este mundo para
dar paso a la otra Vida donde seremos plenamente dichosos y felices junto al
Padre y su Hijo. Amén.
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