Cuando compartimos nuestra vida con el Señor todo se
ve de otra manera. Es verdad que los momentos de sufrimiento nos ponen tristes,
pero, apoyados en el Amor de nuestro Señor, las cosas se ven de otra forma y
con una renovada esperanza que nos sostiene y nos invita a soportarlo y seguir
adelante.
Experimentamos que, a pesar que el dolor se mantiene,
la esperanza de la alegría que Jesús nos ha prometido y la presencia del
Espíritu Santo en nosotros, nos da esa paz interior que nos invita y llena de
paciencia y de un gozo contenido en la esperanza de que el final será feliz.
Y es que nuestra alegría, la única alegría posible y
eterna, nace de nuestra relación y unión con Xto. Jesús. Una alegría que
permanece aún en los momentos penosos y de sufrimiento. Ser cristiano es, a
pesar de vivir aplastados por las dificultades de la vida, vivir esperanzados
en Xto. Jesús, que nos da la paz, el gozo y la alegría plena de la felicidad
eterna.
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