El único mandato del Señor es el del amor. Un mandato
que implica la libertad de vivirlo, porque, por tu libertad, regalo hermoso y
grande de Dios, tú puedes negarle y rechazarle, y, por tanto, vivir en el
desamor, o lo que es lo mismo que vivir en el egoísmo y la maldad.
Es verdad que, quieras o no, experimentas que amar es sinónimo
de felicidad. Porque, esa felicidad que tú consigues satisfaciendo tus pasiones
y apetencias no consiguen darte esa felicidad perdurable que te hace feliz.
Sólo, en el mejor de los casos alcanzarás un gozo, nunca pleno, y efímero que,
igual que aparece se desvanece.
Luego, experimentas que esa felicidad que buscas está
dentro de ti, pero, a cambio de estar tan cerca te constará descubrirla y
emergerla a flote. Te exigirá despojarte de muchas cosas que te duele y que
hace la vida dura. Y hasta te confundirá haciéndote creer que te equivocas,
pero el único camino verdadero está escondido en el amor.
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