Los criterios mundanos buscan y apoyan su ansiada y
buscada felicidad en el dinero, el poder, las riquezas y todo aquello que
definen como fama y éxito. Sin embargo, no reaccionan, sino como adormecidos
por una siniestra fuerza se instalan en
la mediocridad y la resignación del pecado.
Porque, el pecado te conduce a la muerte eterna. Pues,
no hablamos de una muerte y, luego nada más. La muerte es el vivir consciente
alejado de Dios en el mayor de los sufrimientos de infelicidad y sabiendo que
es para siempre. Y de ese peligro en el que el mundo quiere adormecerte sólo
Jesús te libera.
Por tanto, conocer a Jesús y seguirle, a pesar de las
dificultades que podamos encontrar, es llenarnos de alegría y esperanza porque
nos sabemos que caminamos hacia la vida eterna. Pero, una vida que estará llena
de paz, de alegría y felicidad compartiendo la Gloria del Creador.
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