Una persona mundana está poseída por las cosas de este
mundo. Vive atraído por la moda, los placeres, el poder, el tener y las
riquezas. Le importa lo que digan otros y se afana en vivir según los criterios
que los notables y poderosos le dictan. ¿Acaso piensas que esos criterios te
salvan?
Porque, lo importante es lo que queda y perdura. Y,
por experiencia, sabemos que las cosas de este mundo no duran ni salvan. La
felicidad no la encontramos en él y si la perdición, la tristeza y la
desesperación. Por el contrario, en Jesús encontramos la paz y el gozo de
darnos y servir a los más necesitados.
Vale la pena rechazar lo que el mundo te ofrece y, a
pesar de que la lucha es desigual y vas contra corriente, el amor que sale de
tu corazón es el que te llena de paz y felicidad. Y eso sólo lo descubres
cuando, siguiendo a Jesús, tu vida se compromete en servir por amor a los
demás.
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