Cuando nuestro obrar está condicionado para que otros
me vean y así lucirme, mis obras pierden todo interés, pues se esconden en la
hipocresía y la apariencia. Mi actuar está sujeto a otras voluntades e
intereses quedando esclavizado al interés de otro u otros.
Tú, para ser libre y actuar según tu fe y en la
Voluntad de Padre Dios, actúa en la verdad sin miramientos, ni según los que
otros te marcan o señalan. Tú has las cosas desde la verdad y el bien común,
buscando siempre la justicia y el interés de todos. Tu público es Dios.
Y es eso lo que debe importarnos, la mirada de nuestro
Padre Dios, que nos ve en cada momento y sabe los secretos que se esconden en
nuestros corazones. No debemos dejarnos influir por lo que hagan y digan los
demás, pues, para nosotros, la única referencia válida es la Palabra de Dios.
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