Cuando se sufre por amor, a pesar del sufrimiento se
es dichoso. Cuando se llora con aquellos que lloran, se hace por amor y, luego,
experimentas que en ese llanto está el gozo y la alegría. Pronto empiezas a
discutir que esa felicidad que buscas subyace escondida en sufrimiento y
llanto.
Y, por tu propia experiencia descubres también que
está en aquellos que padecen hambre y sed de justicia, que son limpios y bien
intencionados y sufren por las malas y segundas intenciones. Porque, junto
a los perseguidos por causa de buscar la
justicia, a pesar del dolor y sufrimiento, está la dicha de ser bienaventurado.
Y ese es el Espíritu que Jesús ha vivido y por el que
ha dado su Vida, y por lo que también lo comparte con todos nosotros, para que
también nosotros, dándonos seamos bienaventurados y nos demos en verdadero amor
a los demás.
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