La luz natural nos ilumina durante el día para que
veamos dónde estamos y lo hermoso de la naturaleza. Para que, no solo veamos,
sino que tomemos lo que nos es de provecho y nos sirve de alimento. Y, sobre
todo, para que elijamos el lugar donde vivir.
Cuando llega la oscuridad nos toca quedarnos quieto,
porque sin luz no se ve y lo prudente es no movernos. La noche y el día nos
muestran la luz y la oscuridad y, si por el día nos alumbra la luz del sol, por
la noche utilizamos la luz artificial para ver y poder movernos.
También nosotros, espiritualmente debemos ser luz para
otros y alumbrarles para que vean el camino que conduce a la verdadera Vida
Eterna. Un camino que no se ve con la luz del sol ni la artificial, sino solo
con la Luz que nos da el Espíritu Santo en la hora de nuestro bautismo.
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