¿Es qué no nos damos cuenta que siempre pasa lo mismo?
Riqueza, poder y placer, ¿y luego qué? Todo empieza y se termina y, por mucho
que puedas, tengas y disfrutes, siempre estarás corriendo detrás de esa
felicidad que no llegar a alcanzar porque siempre se te escapa.
Y el resultado de todo eso son enfrentamientos, luchas
y violencia. Violencia que llega a extremos de venganza y de muerte. Y, por
mucho que trates de evitar, el afán de ser y tener te lleva siempre al mismo
lugar, a la amenaza y a la violencia. Te das cuenta que sólo el amor sirve de
antídoto para evitar esa confrontación.
Jesús, que conoce nuestra naturaleza humana nos invita
a poner la otra mejilla; a buscar la paz y a no responder con violencia a la
violencia. Y, lo importante, es saber que mi naturaleza humana no me lo pone
fácil, pero con el Espíritu Santo a mi servicio todo es posible.
Interesante reflexión. Ojalá nos mantengamos siempre muy cerca de Jesús, porque es allí donde realmente se encuentra una bien.
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