Jesús es el Pan Vivo bajado del Cielo y enviado por el
Padre para que aquellos que lo coman tengan vida eterna. Y así es, Jesús, el
Hijo de Dios, es enviado a liberar a los hombres de la esclavitud del pecado y,
para eso, permanece vivo y presente en la Eucaristía.
Él da su Vida por cada uno de nosotros y, no se va,
sino que, bajo las especies de pan y vino, permanece vivo entre nosotros para
alimentarnos y transmitirnos su Espíritu con el que, fortalecidos y llenos de
su Gracia, podremos caminar y salir triunfante de las amenazas del Maligno.
Por eso, caminar y seguir los pasos de Jesús pasa por
adorarlo y recibirlo en la Santa Eucaristía como alimento que nos da las
fuerzas necesarias para defendernos de las tentaciones y peligros que nos
tiende el Maligno con la perversa intención de alejarnos del Señor.
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