Jesús tiene un corazón humano al tomar la Naturaleza
humana y ser encarnado en el vientre de María, pero, también, como Hijo de Dios,
tiene un corazón divino. Y nos enseña,
por experiencia propia, como superar nuestro egoísmo que nace de nuestra
naturaleza humana y como vivir en el amor, que nos asemeja a Dios.
La experiencia nos enseña que todo lo que obtenemos al
satisfacer nuestro egoísmo es caduco. Riqueza, poder y placeres se gastan y
siempre volvemos al mismo lugar. Pasa nuestra vida y la de los que nos suceden
y todo sigue igual. No avanzamos ni conseguimos ser felices.
Vamos aprendiendo que lo que nos dice Jesús es la
realidad y en ella se encuentra nuestra felicidad. Jesús nos muestra y anuncia
a su Padre, y nos descubre cuanto nos ama. Y es, precisamente, en ese amor
donde se esconde nuestra felicidad. Porque, creados a su imagen y semejanza, sólo
amar como él nos ama nos da la felicidad.
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