La intención, a pesar de que aparentemente no mate, es
la que verdaderamente mata. De tal forma que, aunque no hayas matado
físicamente, si puedes matar desde que tu corazón acepta y acoge ese
pensamiento o deseo de herir o matar. Es en el corazón donde anida todo el mal
y el bien del hombre.
Hoy, Jesús se refiere a la tentación referida al deseo
carnal, sobre todo en relación al sacramento matrimonial. Y nos advierte de que
sólo mirar a una mujer casada deseándola ya es reo de adulterio con ella en su
interior. Por eso nos anuncia la necesidad de despojarnos de todo aquello que
nos tienta al respecto.
Lo verdaderamente importante es que descubramos que no
aparece el pecado en nuestra vida en el momento de cometerlo, sino que, primero
se fragua en nuestro corazón y, sin necesidad de consumarse materialmente, si
es acogido con gozo en nuestro corazón, hemos caído en él.
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