Ese es el misterio, el Amor de Dios. Pero, más
todavía, ¿cómo es posible que cuando me porto mal, incluso cuando le rechazo,
Dios siga declarándose mi Padre y amándome igual? Su amor es incondicional e independiente de mi conducta. Sea bueno o malo Dios sigue siendo mi Padre y buscando la respuesta de mi amor.
Un amor que me ama, independientemente sea buena o
mala mi conducta. Independientemente que
yo le acepte, le corresponda o le rechace. Un Dios que no comprendo y que
mantiene su compromiso a pesar de la conducta o de la elección que yo haga.
Por lo tanto, se puede decir que tu Padre Dios ha
dejado en tus manos la elección de tu salvación. Tendrás Vida Eterna en gozo y
felicidad o tendrás vida eterna en sufrimiento, angustia y dolor. Tú decides o
rechazas lo que Jesús te propone y también el lugar donde quieres vivir la
eternidad.
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