domingo, 16 de agosto de 2020

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Aquella mujer, aún siendo pagana, insistió y creyó en que Jesús podía sanar a su hija. Creyó que también ella era hija de Dios y que, no siendo judía también podía comer las migajas que caían de la mesa del Señor. Su fe en el Infinito Amor de Dios admiró a Jesús e hizo que su cumpliera su deseo.

Todos tenemos la opción de creer. Es verdad que la fe es un don de Dios, pero, no por eso podemos quedarnos con los brazos cruzados. Tenemos y debemos pedirla e insistir a abrir nuestro corazón a recibirla. Porque, esa constancia, esa perseverancia e insistencia es la prueba de que tenemos fe. Así ocurrió con aquella mujer cananea.

Ahora, tú y yo, ¿qué fe tenemos? ¿La fe de la cananea o la del que piensa que tiene derecho a pedir y a recibir? ¿Acaso Dios te debe algo? ¿No es todo un regalo gratuito de Dios? Luego, ¿con qué derecho exiges al Señor? Mejor rezar, rezar y rezar e insistir y esperar a la respuesta de Dios.

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