sábado, 15 de agosto de 2020

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Descubrir que tenemos, no a alguien que nos conoce, sino a alguien más importante, a una Madre en el Cielo es algo extraordinario y hermoso. Tan grande que no nos damos cuenta del gran privilegio del que gozamos. Porque, no hay nada más grande que una madre, y, si se trata de la Madre del Cielo, la grandeza es plena.

Una Madre que se preocupa por nosotros. Una Madre que presto su seno para que, encarnado en él, se gestará su naturaleza humana y se hiciera hombre el Hijo de Dios. Una Madre que creyó en el anuncio del Ángel Gabriel y se entregó a la Voluntad de Dios.

Y una Madre que nos sirve de ejemplo, que nos da testimonio y que intercede por nosotros desde el Cielo. Una Madre que nos enseña a ser humildes, obedientes y a cumplir la Voluntad del Padre. Una Madre que nos presenta a su Hijo en Caná y nos invita a hacer lo que Él nos diga.

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