El problema estriba en que yo miro como hipócrita a
otros, descartándome yo, sin dar como una posibilidad mi propia hipocresía. ¿No
es mejor preguntarme, puedo yo ser también hipócrita? ¿Trato de mirarme
interiormente y analizar si hay en mí también hipocresía?
Nadie está exento de pecado, pero, si bien es verdad,
no todos lo reconocen, o, al menos no son coherentes cuando lo confiesan. Sin
embargo, muchos viven en la hipocresía sabiendo que su vida es una mentira. Y
eso es materia de pecado muy grave.
Por eso, Jesús, se muestra vehemente con aquellos que
viven en la hipocresía y les dedica palabras muy duras hasta el punto de
llamarlos ciegos y raza de víboras e invitarles a mirarse por dentro y
limpiarse para estar limpios también por fuera. Amén.
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