Hay momentos duros y oscuros. La mente se bloquea y
queda paralizada. Nublada por los nubarrones de la duda y la incertidumbre del
camino, se nos plantea la elección de seguir o tomar otra dirección. Conviene
un tabor para ver claro y ver la meta de nuestro camino.
Se hace necesario perseverar y obedecer. Obedecer a
esa llamada que enciende nuestro corazón y nos alumbra el camino a seguir.
Tener paciencia es también tener fe, pues es paciente quien confía y persevera.
El Tesoro que buscamos y perseguimos no está claramente a la vista.
Está escondido y sólo lo ven aquellos que siguen el
camino establecido y marcado por el Señor. Hay también momentos de tabor en
nuestra vida que, cuando lo necesitamos, si lo buscamos y pedimos, se encienden
en nuestro corazón y nos indican el camino a seguir.
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