No es fácil seguir y marcar el paso al ritmo que
camina Jesús. Seguirlo exige mucho esfuerzo y, a pesar de la inseguridad, de la incertidumbre, y de muchos obstáculos, perseverancia y fe. Seguir a Jesús supone no
perderlo de vista y sostener su mirada amorosa y misericordiosa.
Seguir a Jesús es confiar en su Palabra y en sus
promesas. Pero, en gran manera, en su Infinita Misericordia. Una Misericordia
que deja en manos de los apóstoles para que, caídos por nuestras debilidades y
pecados, tengamos la oportunidad de, arrepentidos de nuestros pecados, volver a
levantarnos.
Seguir a Jesús es conocer la grandeza amorosa y
misericordiosa de un Padre bueno que nos busca primero, nos llama luego y nos
invita a que nos miremos en Él a través de perseverar y sostenernos en
permanente contacto con Jesús, su Hijo, enviado a rescatarnos de la esclavitud
del pecado.
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