Ser prudente es estar vigilante y preparado para la hora que llegue el Novio. Porque, de no estarlo puede ocurrirnos que nos sorprendamos. La sorpresa siempre nos coge despistados y sin preparación. Necesitamos vivir en permanente relación con el Señor y estar preparados para cuando decida venir.

No es fácil mantenerse preparado y vigilante en medio de este mundo ruidoso y seductor. Ese ambiente exige aislamiento, oración y relación presencial con Dios. Solo Él te sostiene aislado, vigilante y preparado.

En eso consiste la vigilancia. En una relación diaria y perseverante de vivir cada instante de tu vida en presencia del Señor. En un diálogo íntimo que profundiza en el conocimiento de ese Dios Padre que te busca, que te ama y quiere compartir su Gloria eternamente contigo. Amén.