Todos hemos sido llamados desde la hora primera –
nacimiento – pero, no todos respondemos desde la primera hora en que somos
llamados. Unos antes que otros, sin embargo, todos somos tratados con el mismo
amor y justamente. De cualquier manera, ser llamado es un privilegio y la mayor
alegría.
Alegrémonos, pues, de ser llamados desde la primera hora
y, también, que otros lo sean en horas más tarde. Y, por supuesto, que sean tan
bien remunerados según la Voluntad de Dios. Porque, nadie es mejor ni mayor.
Todos somos iguales a los ojos de Dios.
Tratemos, pues, de superar esa envidia que nos corroe
cuando nos creemos superior al otro y medimos, ante Dios, nuestra superioridad
respecto a los demás. ¿Somos nosotros mejores y, creemos que merecemos más?
¿Acaso todo no nos ha sido regalado gratuitamente? Luego, ¿qué reclamamos?
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