¿Acaso no nos damos cuenta de que es lo que sucede cuando sembramos una simple semilla? No hacemos nada y nos descuidamos de lo que suceda y, al cabo de un tiempo, con el agua y el sol, la semilla se convierte en tallo y, luego, fruto, independientemente de lo que nosotros hayamos hecho.         

¿Quién hace posible esa transformación? ¿Quién ha creado esa semilla? Y así sucede todo a nuestro derredor. La misma vida que se forma en el vientre de una mujer es un milagro que apreciamos cada día. En todas esas cosas se manifiesta el poder de Dios y como Él actúa en cada momento.

Así es el Reino de Dios, va creciendo también en nosotros por el aliento y el soplo que Dios nos infunde y se manifiesta en nosotros poco a poco hasta crecer y hacerse manifiesto y visible en el mundo. La Iglesia fue primero un pequeño grupo que ha crecido, sembrada en el corazón de los hombres, hasta convertirse en lo que es hoy.