Siguiendo nuestras propias intuiciones racionales llegamos a dar más importancia a la ley que al perdón. Y condenamos a aquellos que por sus debilidades o circunstancias no han podido cumplir o estar dentro de la ley y los profetas. E incluso los excluimos y marginamos.
Jesús, el Señor, ante el mismo incumplimiento, acoge, comprende y perdona. Insta a cambiar de vida y no volver a pecar y nos da esperanza para continuar la lucha de ser mejor cada día. Nos llama al perdón y a la misericordia.
Porque, si tenemos posibilidad de salvarnos y alcanzar esa Vida Eterna que Jesús nos promete es porque, antes, previamente, Él nos regala y nos ofrece su Infinita Misericordia, que nos perdona todos nuestros pecados y nos devuelve esa dignidad de ser hijos de Dios
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