domingo, 28 de febrero de 2021

 

 

 

Es necesario pararse, reflexionar y preguntarse a dónde me dirijo y cuál es mi meta. Porque, de no hacerlo y dejarnos arrastrar por las seducciones y ofertas de este mundo, corremos el peligro de desorientarnos y perdernos. Luego, pararse, descansar y subir a la montaña conviene de vez en cuando.

Porque, desde arriba podemos ver las cosas de otra manera. Y, es verdad, que necesitamos ver el final de nuestro camino. No es la muerte como quizás podamos pensar en algunos momentos, sino todo lo contrario. Es el final de camino de este mundo, pero el comienzo del otro. 

Y meditar y clarificar esa idea y objetivo final – nuestro Tabor – nos fortalecerá para reemprender de nuevo el camino con renovadas esperanzas y fortaleza. Esa es nuestra meta, la Resurrección que Jesús, hoy en el Tabor se la ha mostrado a Pedro, Santiago y Juan.

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