martes, 26 de octubre de 2021

 

          De alguna manera nuestra vida empieza de ser una simple criatura hasta llegar a hacernos personas adultas. Si observamos y pensamos vemos nuestra semejanza con el reino de Dios. De ser un insignificante embrión – al que incluso le discuten la vida – a desarrollarse como persona.

         El amor, sembrado en el corazón humano, es quizás el equivalente a la levadura que, si fermenta la sociedad – masa – se extiende por todas partes. Sin embargo, experimentamos que ese amor – contaminado por el pecado – no surte el efecto que de él se espera.

         ─¿No crees que si amaramos como el Señor nos ama, el amor fermentaría a todo el mundo? La experiencia nos dice que donde hay presencia de un amor ─ al estilo de Jesús ─ todo queda impregnado de ese amor y reverdece la verdad, la justicia y la paz.

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