Desde
el momento que, mirándonos, reconocemos nuestras debilidades y pecados,
estamos, por la Gracia de Dios, en actitud de transparentar nuestra verdad. Es
decir, mostrarnos tal y como somos derrumbando nuestras apariencias.
Hay
una sola referencia para todos. Jesús es el Señor, el verdadero Hijo de Dios
que ha venido a este mundo a liberarnos de la esclavitud del pecado, y, a
anunciarnos la Buena Noticia que nos ofrece la felicidad y el amor eterno en
plenitud.
Jesús nos enseña el Camino que, injertados en Él, encontraremos la fortaleza para dejarnos, humildemente, despojar de toda apariencia y falsedad, servir y amar. Buscar, no ser primero sino, siendo último, ser primero.
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