Sin
embargo, los apóstoles no parecen enterarse ni entender nada. Sus corazones
están en otros menesteres. Buscan los puestos de mando, ser los primeros y, en
esa actitud, la madre de los hijos de Zebedeo, acercándose a Jesús, los pide
para sus hijos.
Todos
andan en esa controversia y, al parecer, no han entendido nada de lo que Jesús
les revela. Sus corazones ambicionan poder y están lejos de sospechar que se
van a encontrar en Jerusalén. Piensan en un Reino de poder.
Quizás, también a nosotros nos sucede algo parecido. Igual no estamos tan lejos de la actitud de ellos. Somos indiferentes a la Palabra de Dios y, simplemente, escuchamos lo que nos conviene y nos gusta. Realmente, ¿qué anida en nuestros corazones?
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