Sin embargo, oídas y vistas sus obras en Jerusalén, se le reconoce y, quizás por interés y conveniencia, se le acoge en su regreso a Galilea. Hace presencia la falsa apariencia y se acepta a Jesús cuando, de Él, podemos sacar algún beneficio.
Eso fue lo que, en principio, hizo aquel funcionario real. Enterado del regreso de Jesús a Galilea, buscó la forma de encontrarlo y pedirle que salvara a su hijo. Sabemos que sucedió, pero nos interesa más saber nuestra actitud ahora. ¿Seguimos indiferentes a la Palabra del Señor?
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