Sucede que te apoderas de esa vida que se ha dado para
administrarla con amor y por amor, y la dedicas a dar frutos que satisfagan tu
egoísmo. No quieres saber nada de quien te la ha dado y miras con indiferencia
cuando te reclama esos frutos que espera de ti.
Y llegas hasta el extremo de matar. Matas a aquel que inquieta tu conciencia; matas a aquel que, por y con amor, te exige fraternidad, acogida y compartir esos frutos que a ti se te han dado. Y te resistes a darlos.
¿Qué esperas que haga contigo el Señor de tu vida cuando venga y reclame los frutos de la viña de tu vida? Seguramente, pedirás clemencia y misericordia. Pues, recuerda, si tú no la tienes con tus hermanos, ¿cómo quieres que la tengan contigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.