El
amor tuvo su momento álgido en la Cruz. La muerte de nuestro Señor Jesús fue el
acto de amor más grande que se puede dar. Nos amó hasta el punto de entregar su
Vida sin condiciones y por nuestros pecados. Todo por su Amor Misericordioso, y
para nuestra salvación.
¿Hay
mayor dicha que tener la oportunidad de, no solo encontrarte con el Señor, sino
de recibirlo espiritualmente en tu corazón? Muy pocos tienen esa posibilidad y
muchos la desaprovechan. Es la mayor dicha y el mayor Tesoro. Con Él puedes
alcanzar esa Felicidad Eterna que tanto anhela y quieres.
Nadie
quiere morir. Todos nos apuntaríamos sin dudarlo ni un instante, en vivir eternamente
en gozo y felicidad. Por eso, muchos, creen en la reencarnación, señal de que piensan
y creen que la vida sigue. Sí, la vida sigue, pero, sólo el Señor Resucitado
tiene poder sobre ella.
Y todos resucitaremos, eso es obvio y real, pero, lo verdaderamente importante es estar a la derecha y no a la izquierda del Señor. Porque, de no estarlo lo pasaremos muy mal, y para siempre. Ahí se nos acaba esa posibilidad que nos da esta vida.
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