No
quieras alcanzar ese camino de humildad tú solo. Te equivocas si así lo crees. ¿No
te das cuenta qué ya te estás despojando del vestido de la humildad con pesar
que con tus fuerzas puedes ser humilde? Déjate llevar por el Espíritu Santo.
La
experiencia nos descubre que todo pasa. Vienen las fiestas, el goce y todo lo
que nos ilusiona y nos lo hace pasar bien. Sin embargo, experimentamos que todo
vuelve al mismo sitio, a empezar de nuevo y, a veces, el peso de la vida nos
derrumba.
Empezamos
a pensar que aquí no está eso que tanto buscamos. Y, el peligro, es resignarnos
y a vivir que son cuatro días. ¡No, no es así! La vida es eterna, y este mundo
nos sirve para ganárnosla en gozo y felicidad eterna. Porque, la vida sigue.
Es el amor lo que va a darnos esa eternidad plena. Y ese amor no se encuentra en las cosas de este mundo. Nos ha venido de lo alto y se nos da cada día en la Eucaristía. Encontrarlo es tu reto, porque, Él, ha dado ya el primer paso y te busca.
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