Has
venido a mí, Espíritu Santo, en la hora de mi bautismo. Y has venido para
auxiliarme, para asistirme y guiarme hacia la Casa del Padre y por el camino
del amor. Fortaléceme y dame la Gracia para abrirme a tu acción. Gracias. Amén.
Hoy, el Papa Francisco nos habla de Judit, una
mujer que defendió a Israel de sus enemigos y que dio sentido a su vejez.
Porque, esa es la pregunta que el Papa Francisco nos plantea hoy: ¿Es la vejez,
mi vejez. un tiempo para vegetar y esperar mi hora, o es un tiempo donde
nuestra vida puede derramarse en dar todo lo que ha vivido desde la verdad, la
justicia y el amor? Planteémonos esa reflexión.
La vejez es una época
muy importante, y donde podemos dar mucho de todo lo sembrado y recogido en
nuestra vida de juventud y madurez. Es el momento de recoger y repartir, de dar
todo lo recibido y trabajado. No es tiempo de marginarse, de apartarnos y de
quedarnos al margen esperando nuestra hora final.
Todo lo contrario, como Judit, es tiempo de dar verdadero sentido a todo lo vivido y de volcarlo en aquellos que se abran a recibirlo. Pidamos la Gracia, junto al Papa Francisco, de ser luz y testimonio con nuestra vida para otras vidas. Amén.
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