El
reto de cada día, Señor, vivir en tu presencia, desde el despertar al
anochecer. Vivir injertado y activado desde tu infinita Misericordia y tu Amor gratuito
e incondicional. Amén.
Estamos
en desventaja, el mundo nos puede. Nuestra cárcel – cuerpo – nos somete y nos
vence. Esa es la lucha, la de resistirnos a las pasiones que nos invitan a
satisfacer nuestros egoísmos y ambiciones.
La
cuestión es darnos cuenta de que al final de nuestra vida nos liberaremos del
cuerpo, es lo que muere y se corrompe. El espíritu – alma – permanece y, libre
del cuerpo, busca el Amor en libertad. Es ahí donde está nuestra felicidad,
permanecer en el Señor.
Por
eso, lo único y verdaderamente importante es el amor. Un amor que no se puede
confundir con la pasión, con la ambición, con los deseos de éxito, de placer,
de…etc. Estos, si mueren con el tiempo, más el amor de buscar el bien, la verdad
y la justicia, permanecen para siempre.
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