Señor,
danos la capacidad para abrirnos y dejarnos guiar por la acción del Espíritu
Santo. Desde el comienzo de nuestra vida, renacidos por el bautismo, a la
Gracia de ser hijos de Dios, pongámonos en manos del Espíritu para amar como Tú
nos amas.
Si
te preguntan si cree en la reencarnación, posiblemente, aunque no creas, no la rechazas y, seguramente la guardas como una posibilidad. Al parecer las estadísticas
dicen que de cuatro personas, una cree en la reencarnación. ¿No será que todos creemos
en la otra vida?
Hay
una chispa dentro de nosotros, el alma, que nos impulsa al deseo eterno de
vivir. No nacemos para morir, sino que, en lo más profundo de nuestro ser, hay
un anhelo permanente de vida eterna. Y es esa la Buena Noticia que nos trae
Jesús. ¿Sería muy importante escucharle?
Buscamos a Jesús para que nos sane y nos dé salud. Pero ¿acaso no sabemos que, un día, nos tocará morir? Pues bien, busquemos la salud, claro, pero ¿no sería más importante buscar al Señor para pedirle ese alimento espiritual que nos da, precisamente, eso, la Vida Eterna?
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