Gracias,
Señor, por un día más; gracias, Señor, por una oportunidad más de poder amar y
de, por tu infinita Misericordia, aspirar a vivir en la dicha y plenitud de la
eterna felicidad. Gracias por tu bendiciones que no merezco y por tu
misericordioso amor. Amén.
La
muerte, aunque siempre preocupa, no nos asusta. Sabemos que llegará, pero,
también sabemos – es Palabra de Dios – que no termina ahí nuestra vida, sino
que empieza la eterna y más importante. La verdadera para la que hemos sido
llamados.
Conocemos el final de nuestra vida. Sabemos donde y como va a terminar, pero ¿a dónde iremos? Al parecer no lo tenemos tan claro y eso nos debe preocupar. Debemos escuchar lo que nos dice Jesús, Él que ha muerto y Resucitado.
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