Sé,
y soy consciente, que soy débil y, sin el Espíritu Santo, quedo a merced del
mundo, demonio y carne. Y esa conciencia me da fuerza y me mueve a abrirme al
Espíritu Santo. En la Eucaristía y Reconciliación – Sacramentos – encuentro las
fuerzas para la lucha.
Me
cuesta reconocer mi debilidad. El pecado – mi orgullo y pasiones – se resisten
a confesar mi debilidad y pequeñez. Quiero ser grande e independiente y quedo
atrapado en las seducciones del mundo. Presentarme débil ante el Señor me
levantará.
Tanto
mis flaquezas como mis talentos los pongo en Ti, Señor. Porque, las unas me las
perdonas con tu Misericordia Infinita y, en Ti, las perfecciono. Y los otros,
recibido de tu generosidad y bondad infinita, los pongo a tu disposición para
bien de todos.
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