La
oración es el vehículo que nos une y pone en permanente contacto con el Señor.
En ese diálogo vamos encontrando luz para recorrer el camino que nos lleva a la
Casa del Padre. Él ha venido para eso, para revelarnos el Amor Misericordioso
del Padre.
Todo
se reduce a tener un corazón como aquel buen samaritano. De nada me vale hablar
y confesar tener fe si, luego, actúo como aquel sacerdote y levita de la
parábola. ¡Dame, Señor, un corazón samaritano para amar y atender al que lo
necesita. Amén.
Sin oración nos quedamos a merced del mundo, del demonio y de la carne. Quedamos a merced de la luz del mundo que nos seduce y nos desvía del camino al que estamos llamados, vida eterna junto al Padre Dios. Y Jesús ha venido a anunciárnoslo y a señalarnos ese Camino, Verdad y Vida.
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