La
fe no son palabras sino hechos. Su presencia se descubre y manifiesta en las
obras. Una imagen vale más que mil palabras. De manera que la mejor forma de
transmitirla es hacerla presente en un corazón misericordioso y compasivo.
La
fe es un don de Dios. Un don que hay que buscar y pedir cada día y de forma
permanente. Nunca permaneciendo de forma pasiva y de brazos cruzados la
alcanzará. Necesitarás abrir tu corazón al Señor, que te busca para dártela. Él
es Camino, Verdad y Vida.
Cuando sentimos la fe, experimentamos deseos ardientes y compasivos de ayudar al necesitado. Algo así como hizo aquel buen samaritano al no poder resistirse a dejar a aquella persona herida y abandonada. Una fe que se queda pasiva y elude su compromiso misericordioso, es una fe dormida e hipócrita.
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