La
paz no descansa en la pasividad ni en la quietud del descompromiso y el
nihilismo. La paz vive en la inquietud de aquel que busca, por amor, hacer el
bien desde la verdad y justicia apoyado en la Palabra del Señor Jesús. La paz
viene de Dios, nuestro Padre.
No
dejes que mis pasos se separen de los tuyos, Señor. Ocurre que muchas veces
pienso que soy capaz de caminar solo. Incluso, ¡necio de mí!, pienso que mis
planes y proyectos son mejores. ¡Guárdame, Señor, de mis necedades y
apariencias! Amén.
Un mundo en paz exige lucha y perseverancia. Porque, el mundo en paz estará siempre atormentado por el mal. Un mal que trata de desestabilizar, de confundir y de vivir en la mentira, el poder y el egoísmo. Un mal que busca romper la paz. Y es el amor misericordioso que viene de nuestro Padre Dios quien pone la paz.
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