Simplemente, así
de fácil, que no significa ni quiere decir que lo sea, solo que depende de ti.
Si das tu permiso, esa semilla sembrada en tu corazón desde el instante de tu
nacimiento, dará buenos frutos para el Reino de Dios, por obra y Gracia del
Espíritu Santo.
¡Ven Espíritu
Santo, lléname de paciencia y esperanza! ¡Ven Espíritu santo, hazme manso y
humilde! ¡Ven Espíritu Santo, no dejes ni permitas que mi corazón se contamine
con las aspiraciones de este mundo ciego y pervertido que se satisface en sus
propios egoísmos y concupiscencias. Líbrame de todo mal.
Has sido creado
libre. Libre para discernir que camino quieres tomar. El camino del amor o el
camino del desamor. La vida o la muerte. La caridad fraterna o el egoísmo
personal. ¡Tú decides! Dependiendo de lo que elijas, así será tu reino. De
Dios, donde encontrarás paz y gozo eterno, o del Maligno, donde encontrarás
angustia y dolo eterno.
El Paráclito, el
defensor, el invencible está con nosotros. Esa es la gran diferencia entre el
bautizado y el no bautizado. Primero, porque, desde ese momento somos hijos de
Dios; segundo, porque nos acompaña el Espíritu Santo que nos defenderá de todo
mal.
¡Párate, ahora escucha! ¿A dónde vas? ¿Conoces el camino? ¿Sabes lo que hay cuando llegues? ¿Conoces a otros que han llegado? Trata de discernir y pensar para que estás en este mundo y a dónde vas. Porque, tu felicidad dependerá de tu manera de discernir.
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Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.