Posiblemente te
busco, Señor, pero ¿soy yo quien dirijo o me dejo dirigir por Ti? Esa es la
cuestión, te buscamos pero no nos dejamos encontrar por el Espíritu Santo. Nos
resistimos a seguir sus impulsos y preferimos los nuestros. La cuestión es
dejarnos encontrar.
Dame, Señor, la
sabiduría de creer en tu Palabra y, obedeciéndote, construir el arca de mi vida
y navegar por ella en tu presencia anunciando tu Amor Misericordioso y
llevándote a todos los lugares por los que mi humilde barca navegue hasta el
fin de sus días. Amén.
Posiblemente sea
sin darnos cuenta. Seguramente llevado por nuestra naturaleza herida por el
pecado nos resistimos a dejarnos llevar. Y buscamos a Dios, pero un Dios hecho
a nuestra medida y conveniencias. Y mientras no nos dejemos encontrar por el
Señor y abrirnos a su Voluntad, no, aun creyéndolo, estaremos en Él.
¿A dónde vas sin misericordia? Recuerda que para dejarte encontrar con el Señor tienes que abajarte, ser humilde y repartir por doquier, a buenos y malos, misericordia. Porque, eso es lo que hace el Señor contigo. ¿Cómo tú no lo haces con los demás?
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