Seguir a Jesús es
abrazar la cruz. La cruz de la humildad; la cruz del servicio; la cruz del
compartir; la cruz del perdón; la cruz de darte al más que lo necesita, al
pobre e indigente. Seguir a Jesús es estar abierto a la disponibilidad y al
servicio por amor.
Todo lo de este
mundo está abocado a desaparecer. Nada permanece y todo, aunque en algún
instante te dé felicidad, desaparecerá sin dejar rastro. Solo Jesús, el Hijo de
Dios, permanece. Su Palabra es eterna y permanece y es dicha de felicidad
eterna.
No hay opción
intermedia. No puedes un tiempo dedicarlo al servicio y otro a que te sirvan.
Un tiempo para darte y otro a que te den. No hay termino intermedio. O te das
plenamente y entero, o no te das. Arriba o abajo pero no entre dos aguas. El
Señor lo quiere todo, tal y como Él se da, plenamente.
No hay dos
caminos, solo uno. Y ese camino se llama Jesús de Nazaret, Hijo de Dios. Y Él
no simplemente nos lo señala, sino que lo recorre primero y va siempre delante.
No los dice con sus Palabras, sus Obras y su Vida, entregándola hasta morir en
la Cruz.
Está claro, es un
camino de cruz, y no hay otro. La propuesta es, lo tomas o lo dejas. Ahora, no
te asuste, Él sabe de tu fortaleza y de tus cualidades. Sabes que eres débil y
fácil de seducir, pero solo te pide fe. Un poquito de fe y confianza en Él.
Algo así como lo que hizo el buen ladrón. Todo lo demás correrá de su parte.
Confía y persevera y, sin darte apenas cuenta, verás que te vas venciendo y
experimentando la única y verdadera libertad.
De momento no he visto nada del mundial. Ni siquiera he leído
las noticias. Y soy muy aficionado al futbol. Y quiero esforzarme en no ver
nada, incluso a España. Pienso que la organización y los que participan no son
dignos de ser mirados.
Dependerá
de nuestra coherencia con nuestros valores y de nuestra unidad, el hacernos
fuertes y no dejarnos manipular. ¿Hemos pensado que sucedería si dejáramos de
ver el mundial? ¿Y de consumir las firmas que lo patrocinan? acabaríamos con
esa farsa e hipocresía.
De la
misma forma, y aprovechando la ocasión, podíamos extrapolar esta acción a la de
nuestra soberanía. Unidos y siendo coherentes pondríamos enseguida un gobierno
con sentido común y justo. Está en nuestras manos.
Sabemos,
por experiencia, que en nuestra vida hay momentos de desolación, pero también
que esos momentos críticos los superamos con la consolación. Consolación que no
es resignarnos sino levantarnos apoyados en nuestro Señor, que con su Vida y
presencia nos enseña el camino a seguir. Él nos llena de esperanza y fortaleza.
Hay muchos momentos de desolación en nuestras vidas, pero también, como hoy nos dice el Papa Francisco, momentos de consuelo, no de resignación. Momentos en los que experimentamos la presencia de Dios en nuestras vidas y, esa presencia, nos llena de confianza, de paz y de esperanza confiada en su infinita misericordia y bondad. Entonces encontramos fuerzas para levantarnos y seguir adelante en la lucha. Gracias, Santo Padre.
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