sábado, 19 de noviembre de 2022

PENSAMIENTOS EN EL CALOR DE LA NOCHE

Vivimos para la eternidad. Hemos sido creados para eso. Y no porque lo deduzcamos nosotros, sino porque nos lo ha revelado y anunciado el Señor, el Hijo de Dios Vivo. Él ha sido el primero que, crucificado y muerto, ha Resucitado. Son muchos los testigo.

¡Tengo sed, Señor! Sed de esperanza; sed de paciencia; se de perseverancia; sed de justicia; se de verdad, pero, sobre todo, sed de Amor. De ese Amor que Tú me das y que me pides que dé yo también a los demás. Sobre todo a los más necesitados y pobres.

Hay muchas pruebas que nos aclaran la evidencia de la resurrección. Primero, el deseo de justicia. En lo más profundo de nuestro ser pensamos y esperamos que todas las injusticias cometidas en este mundo se paguen algún día. Y eso significa que nos veremos en otro mundo. Es decir, resucitaremos para recibir nuestro premio o castigo. Es obvio que así sea.

Consecuencias de tu libertad será cuidar de tu vida, de tu cuerpo y del medio ambiente en el que vive. De ahí podrás deducir la responsabilidad que tienes de colaborar en el bienestar propio y del ambiente en que vives. Es decir, del mundo que habitas.

Por tanto, tu preocupación y colaboración en no ensuciarte ni ensuciar el mundo; en no contaminar y, en consecuencia colaborar en reciclar todo aquello que pueda estropear el mundo en el que vivimos.

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