Posiblemente
nuestra vida tenga muchos centros: dinero, poder, fama, prestigio, placer…etc.
Sin embargo, en cualquiera de esos objetivos no encontrarás esa felicidad que
buscas. Tu propia vida y experiencia te lo irá diciendo. Al final te darás
cuenta.
Entra en mi vida,
Espíritu de Dios, y has morada en ella. Enciende en mí la llama de tu Amor y
haz que mi corazón sea generoso, dado a las buenas obras y entregado al amor a
los más necesitados y pobres. Aléjame del ruido contaminante del pecado.
Hay un gran peligro y no es cuestión de arriesgarnos a eso. No conocemos el último instante de nuestra vida y nos puede sorprender buscando otros centros caducos y corruptos que son vanos. Aquel ladrón, quizás porque su vida lo buscaba, lo encontró en el último instante. Conviene aprovechar el tiempo y levantar la mirada.
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