Cuando tu corazón
se compadece y toma conciencia del sufrimiento de otro, comparte y da
generosamente sin mirar lo que tiene, sino dando lo que realmente necesita el otro.
Hasta el extremo de privarse o quedarse con lo estricto para él. Y lo hace
gratuitamente.
Nadie, Señor, me promete lo que Tú me prometes. Nadie, Señor, me dice lo
que Tú, gratuitamente y solo buscando mi bien, me dices. Y nadie, por mucho
poder y dinero que tenga, podrá darme la felicidad eterna que busco. Solo Tú,
Señor puedes dármelo.
Sabemos y no podemos ocultar que nos duele y nos cuesta mucho cuando nos tientan el bolsillo. Experimentamos, si somos sinceros, que nuestra fe no es lo suficiente fuerte. Se tambalea y se enrosca en sí mismo. Buscamos justificaciones, pero no las hay. Dios nos ama gratuitamente a pesar de nuestros pecados. Nos corresponde hacer lo mismo si creemos en Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.