Quizás estés
buscando razones y respuestas que te convenza, y no las hay. No las hay por una
sencilla razón, tu cabeza, como también la mía, no tiene capacidad para entender
ese Misterio de Dios. Se nos escapa y no llegamos a entenderlo. Solo la fe
puede sostenernos.
Dame, Señor, la
sabiduría de reflejarte en todos mis actos por pequeños y sencillos que sean.
Dame la paciencia de saber esperar y no precipitarme en todo aquello donde
pueda mostrarte y dar razón de tu presencia y de tu amor misericordioso.
Nos volveríamos locos o incrédulos. Recuerda que en la parábola del rico epulón – Lucas 16, 19-31 – no responden a ese interrogante. De hecho, cada día se realizan muchos milagros y no los vemos o no queremos verlos, permanecemos con los ojos cerrados. La única alternativa es fiarnos, creer en la Palabra del Señor. No busque por otro camino, abre tu corazón y empezarás, por obra del Espíritu Santo, a ver.
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