Nuestras
respuestas están en proporción directa a nuestras capacidades de sentirnos
libres y, reconociéndonos pecadores, poder romper todas las cadenas de
esclavitud que nos someten e impiden responder al anuncio de la Buena Noticia,
el nacimiento del Niño Dios.
El discernimiento
es vital para la vida de la persona humana. Sin discernir te será imposible
tomar una decisión razonable y bien fundamentada. Y te necesito, Dios
mío, para que me asistas y me ilumines, me des fortaleza y sabiduría en todas
mis decisiones.
Nos engañamos si
pensamos que somos libres. ¿Libres de qué? ¿Acaso podemos escapar a nuestras
inclinaciones a las riquezas, al poder de mandar y ser superior al otro. Libres
de toda seducción pasional, concupiscente, soberbia, venganza… Necesitamos al
Espíritu de Dios para someternos y superar todas esas esclavitudes.
Si pierdes la libertad de pensar y discernir por ti mismo, en aras de tomar tus propias decisiones y elecciones, dejas desde ese momento de ser persona. Y en ese instante te conviertes en un esclavo sometido a la voluntad de tu dueño. Por tanto, lucha por tu libertad.
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